AL FIN DE CUENTAS

 

 

 

No haga caso, compañero, de esas lenguas venenosas

Que reprochan y condenan mi secreto proceder,

No comprenden que en el fondo de la vida hay muchas cosas

Muy sencillas, sin embargo, muy difícil de entender.

Y por eso no me extraña que murmuren que yo he sido

Un canalla desalmado, borrachón y criminal,

Ni me importa que se diga que yo nunca la he querido

Y que fue por culpa mía que se encuentre como está.

 

A un ciego amor puse en ella mi confianza

Y un cielo de ternura cifraba en su bondad,

Sin presentir que la flor de mi esperanza

La fue tronchando el soplo de la fatalidad.

¡Débil mujer!, me engañó cuando tenía

Pendiente de sus besos la fe de mi ilusión,

Y el barrio cruel me reprocha y todavía

No sabe que por ella me arrastro en la prisión.

 

Pues si alguna vez la duda vino a herir mi sentimiento

Porque “un algo” me decía que jugaba con mi amor,

De pensar que la ofendía con tan negro pensamiento

Me envolví entre las sombras del más trágico dolor.

Y pensar, que al fin de cuentas, la iba a hallar bajo aquel techo

Y en los brazos de aquel maula que en mi rancho cobijé,

Era ley que lo matara, y así lo hice, pecho a pecho

Y a ella, en cambio, compañero, a vivir la condené.

 

Letra : Juan Bautista Fulginiti

Música : Enrique Campos  (Enrique Inocencio Troncone)

 

Grabado por la orquesta de Francisco Rotundo con la voz de Enrique Campos. (1957)

 

 

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