HERENCIA (III)
(A Carlos Gardel)
En
mi ciudad,
El
imperio del barro desplegaba
Sus
opacas banderas:
Viriles
frustraciones,
Resignadas
derrotas maternales,
Amores
atacados de impotencia...
En
mi ciudad
Crecían,
infructuosos, los ocios y trajines,
Ardiente,
la pobreza,
Cabizbajos,
los odios...
En
mi ciudad
Lo
triste acontecía...
Las
calles reclamaban una siembra de sal.
Soñaban
sus noctámbulos perfiles
Con
cales y con yesos de guitarras.
Cada
niño buscaba un sol de leche
Para
entibiar sus rangos y rayuelas,
Un
bandoneón de arroz
Para
entonar su destino sin música.
Por
eso, en tu partida
Decidiste
dejarnos una herencia:
Esa
ofrenda de espuma,
Ese
dulce esqueleto alborozado,
Los
pacíficos y amables alfileres
De
tu sonrisa.
Tiene
la misma edad que tu voz sin edades.
Lleva
un alto pregón en su silencio.
Su
elocuente mutismo
Despedaza
los gritos del asfalto,
Hace
morir de fe a los adoquines
Y
le demuestra al duende de los tangos,
Que
es posible
Una
historia sin pecado concebida.
Gracias
por el legado,
Por
ese mar que hoy reluce blandamente
En
las oscuras venas del cemento.
Letra
y música : Nélida B. Vázquez